La historia de Valdezcaray en los últimos 40 años no ha sido fácil y no ha estado exenta de polémicas, vaivenes administrativos, políticos y hasta económicos. Para conocer la evolución del esquí como actividad deportiva, la estación riojana es un espejo social. Aquellos primeros usuarios son hoy octogenarios que llevaron a hijos a iniciarse en unas pistas con desniveles del 21 al 32 por ciento que eran un auténtico cantarral.
Entonces no había cascos para los niños. Las tablas pesaban un quintal cada una y no se sabía nada de la fibra. Las fijaciones no se regulaban ni saltaban con la facilidad de ahora. Los frenos eran simples ataduras y las tablas te golpeaban en la cabeza como un martillo pilón cuando se soltaban en alguna caída y hasta las botas parecían darte bocados y cortar la circulación. Y la carretera de acceso, dichosa carretera, era un auténtico tormento mucho más aterrador cuando había nieve o hielo.
Todavía están en la retina de la memoria la presencia de aquella nutrida partida de militares que venían de prácticas a Valdezcaray y se alojaban en torno al albergue.
Como en tantos otros deportes (ha sucedido lo mismo con el golf más recientemente), esquiar era un signo de distinción de las clases pudientes y de los 'pijos'. En Valdezcaray se podía hacer una crónica social de la época muy divertida.
Con los años vinieron las mejoras en la estación y en el núcleo de servicios. Sembraron césped. Siguieron quitando piedras. Abrieron más pistas y mejoraron otras. Renovaron todas las instalaciones mecánicas y Ezcaray construyó viviendas para alojar a más de 20.000 personas.
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