Hijo de una pareja de hippies de Franconia, en New Hampshire, Bode crece en un universo sin electricidad ni agua corriente, situado en pleno contacto con la naturaleza. Su único lujo reservado para el pequeño Bode son un par de esquís que le regalan a los tres años, un material que los padres consideran que le permitirá mantenerse en contacto con la naturaleza y con los que le gusta pasar las tardes en las colinas situadas cerca de casa. Nacido en una familia sin reglas ni normas estrictas, el caracter de Bode evoluciona de la misma manera. Imposible darle clases de esquí en la estación donde trabajaba la madre, y siempre aislado, aprende a esquiar por sí mismo, con un estilo anarquista y maleducado que le marcó durante gran parte de su carrera incluso en Copa del Mundo. Pero la naturaleza fue generosa con él, dándole un cuerpo perfecto y un poder sobrehumano.
Con ese estilo más que cuestionable logra participar en carreras y llegar el primero varias veces, hasta que le convocan para la Copa del Mundo en 1997, y un año mas tarde para los Juegos Olímpicos de Nagano. La suerte del 'vaquero de New Hampshire' se encuentra en la explosión del esquí moderno, más corto y más rápido, que Bode controla a placer gracias a un talento excepcional. El primer aviso lo da en los Mundiales de Vail Bever Creek de 1998, donde queda en octavo lugar, a pocas centésimas del podio. Dos años más tarde consigue su primer podio en la Copa del Mundo, en el Gigante de Val D'Isere, y un año mñas tarde logra en la misma localidad su primera victoria, en la misma disciplina. A partir de entonces se muestra competitivo en cualquier disciplina.
En la era de Herminator, Bode se revela un 'outsider' interesante. 2005 marca la confirmación del 'vaquero', logrando podios en cuatro de las disciplinas (super-G, Supercombinada, Descenso y Gigante). El mundo de los deportes de invierno encuentra en Bode la persona perfecta para encumbrar a un nuevo líder después de la salida de la tumba y el eclipse de Herman Maier, confiando en su talento y su carisma. Los Mundiales de Bormio le colocan dos medallas de oro en el Descenso y Super G, y en marzo gana su primer Globo de Cristal de la Copa del Mundo con un record de 1.648 puntos.
Al llegar a la cima del mundo el 'vaquero' se abandona a los excesos que a menudo, en una infancia hippy, tuvo que privarse. Se presenta a las pruebas de Copa del Mundo alternando una rubia o una morena distunta en cada etapa, y los desaires provocados en los hoteles le relega a una autocaravana que bautizó como la 'Bode-Movil' con la que viaja a cada estación en su circuito por Europa. Esos mismos desaires provoca una ruptura con el U.S. Ski Team y monta su propio equipo. Llega a correr como independiente, sin nación, y controla una flota de autocaravanas donde hospeda a su equipo técnico, desde el entrenador al ski-man o la masajista. Atraviesa de esta guisa nuestro continente, viajando desde Val D'Isere a Are, pasando por Wengen y Kitzbuhel. Bode se convierte en la estrella del circo (blanco). Pasó dos años en el limbo, dormitando entre victorias extraordinarias como Wengen, bajo un clamor del público, dejando que la imaginación le eclipse.
La resurrección ocurre una tarde soleada, a mediados de enero de 2008, a los pies de las montañas del Eiger, durante el descenso de Wengen. Bode encuentra la 'neurona perdida', ganando esa carrera, y de paso una cruzada épica con Benjamin Raich. Bode y Benny, un estadounidense y un austriaco, dos caras tan diferentes que representan el destino de naciones enteras. Benjamin tan profesional y serio, Bode tan anárquico e irreverente. Miller gana el mítico Descenso de Kitzbuhel, Benny se recupera en Schladming, pero se rindió después de las victorias del americano en Chamonix y Kvitfjell. El Yankee regresa al techo del mundo, estableciendo una línea de continuidad que comenzó en 2005 cuando ganó la Copa del Mundo dejando a Raich como subcampeón. El austriaco puede llevarse su Globo en 2006, pero en 2008 se lo vuelve a quitar Bode MIller.
Bode Miller es el valor añadido que el esquí espera porque desde la época de Alberto Tomba, es el único corredor ganador capaz de encender a los fans, muy distintos a los gélidos Raich o Svindal. Miller es un comunicador nato, capaz de conectar con el público con un simple gesto. En Bormio 2005 perdió un esquí después de cien metros de carrera, y a punto estuvo de acabar la carrera con una sola tabla. Cayó a pocos metros de meta con el público aplaudiéndole a rabiar. En Kitzbuehel 2008 vuelve a mostrar su magia, después de lograr corregir la trayectoria a mas de 80km/h con un solo pie, estando a punto de empotrarse contra las protecciones. Finalmente llega a meta también con el clamor de los asistentes y los locutores. Con un carácter capaz de monopolizar el centro de atención, se hablaba de Miller incluso cuando estaba lejos de las pistas de esquí.
Su historia, llena de estas y otras anécdotas, a base de caídas y renacimientos, encuentra su punto culminante en los Juegos Olímpicos de Vancouver en 2010, donde Bode gana en la Supercombinada el oro, el metal que aún le faltaba. En total se ha llevado seis medallas olímpicas, en todas las disciplinas excepto el Slálom. Los últimos Juegos de Sochi aún le sirvieron para ganar la última, el bronce por el Super-G que dedicó a su hermano, que falleció en Abril de 2003 a la edad de 29 años.
La vida de Bode Miller es la historia de un muchacho americano que ha conquistado el mundo con victorias y medallas, con su espíritu rebelde, sus actitudes extremas y la sonrisa sincera de un hijo de New Hampshire. El último capítulo de la novela se alarga tan solo cincuenta segundos, los que tardó en caerse en el Super-G de los pasados Mundiales de BeverCreak. Diecisiete años después del inicio del 'Bode mundial', quería regresar a Vail para poner fin a su carrera en Colorado y lo hizo a su manera: