Todo ocurrió mientras grababa su última película Nuit de la Glisse y tenía que protagonizar una escena en la que esquiaba justo por encima de un acantilado. En varias ocasiones durante su descenso, se acercó demasiado al borde de un precipicio de más de 100 metros de altura pero no fue hasta que sus compañeros en el helicóptero que filmaban su descenso no empiezan a gritar “à gauche, à gauche!“; (a la izquierda, en francés), que Fred no se da cuenta que se ha salido de la línea. No obstante, ya era demasiado tarde.
“La mente trabaja increíblemente rápido bajo situaciones extremas; pararme o tratar de frenar no eran una opción, simplemente ocurrió demasiado rápido. De modo que sólo me quedó una opción, saltar y saltar lo mejor posible”, dijo Fred, que añadió que “durante una fracción de segundo, pensé que todo se había acabado para mi, pero logré girar a la derecha para evitar las rocas a mi lado izquierdo en la zona de aterrizaje. Entonces vino el despegue a una velocidad asombrosa y fue cuando vi la nieve debajo y me di cuenta que no había terminado aun”.
“En el aire traté de mantener una posición todo lo que pude, pero la presión del aire finalmente hizo subir las espátulas de mis esquís. También era lo que quería puesto que aterrizar de un modo no horizontal era inadmisible”.
Fred tiene suerte de estar vivo. Es increíble que sobreviviera a una caída de 107 metros de altura y al mismo tiempo sin saber como encontraría la nieve en el aterrizaje. Saltar un acantilado es extremadamente peligroso y requiere de un estudio exhaustivo de las condiciones de la montaña que ha de llevarse a cabo por profesionales. Por fortuna, tras acabar dos metros y medio enterrado bajo la nieve sus compañeros de rodaje consiguieron sacarle sano y salvo y Fred pudo bajar esquiando hasta el helicóptero.