A unos días para la entrada del invierno, las máquinas quitanieves comenzaron bien temprano a trabajar para que los accesos por carretera al puerto estuvieran expeditos al mediodía. Unos 800 esquiadores hicieron ese camino.
En La Raya, la última localidad antes de pasar a León, y en la pradera vecina a la carretera, el pie se hundía 15 centímetros. En la estación el espesor llegaba a los 50. Los lugareños de Collanzo confirmaban los anuncios que los partes meteorológicos hacen sobre la incuestionable llegada del frío. Y lo hacían con el reloj de la Naturaleza, esta vez con el vuelo de las chovas negras sobre los tejados como intérpretes. La hostelería del alto Aller quiere la nieve. Es su motor económico.
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