En los últimos años estamos experimentando un gran auge de disciplinas que hace tiempo estaban relegadas a un número pequeño de usuarios. Estoy hablando, por ejemplo, del freeride y el esquí de travesía. Pero dejando de lado que su práctica sea muy gratificante, ¿por qué este aumento?
Cuando una cosa crece son muchos los que se animan a practicarla y el crecimiento se dispara exponencialmente, pero en este caso me atrevo a afirmar que estas modalidades han crecido, además, porque las estaciones están dejando de ofrecer una experiencia de esquí como la que buscan algunos aficionados. Y esto ya empieza a ser más preocupante.
El esquí ha sido y es sinómino de libertad, de comunión con las montañas, de momento de encontrarse a uno mismo practicando un deporte al aire libre. Pero hoy en día cada vez es más difícil experimentar todo esto y nos quedamos únicamente con las sensaciones que ofrece el deslizamiento propiamente, la velocidad, etc. Todo lo demás está en peligro de extinción en estaciones que cada vez están más llenas y en valles cada vez más saturados, en los que es una quimera huir de lo que ya tenemos cada día en nuestras ciudades.
Estamos asistiendo en parte a la conversión de nuestro deporte en una actividad de parque temático en la que la experiencia es casi más el no-esquí que el esquí propiamente dicho. Por eso tantos esquiadores que han perdido las sensaciones de antaño, las buscan y encuentran en nuevas modalidades que todavía no han sido engullidas por esta tendencia.
Entre semana es muy distinto, pero en fin de semana la batalla está algo más perdida, pero por suerte todavía existen rincones donde vivir la nieve de otra manera, sin negras perfectamente pisadas, sin aglomeraciones en los valles, sin pistas que parecen hormigueros, con baches,... Lugares que en una hipotética Unesco de las nieves estarían declarados como Patrimonio del esquiador. La cuestión es que sobrevivan, porque son muy pocas y la dinámica nos lleva a una uniformidad que parece inevitable y donde sólo cierto modelo es económicamente viable. En nuestras montañas tenemos varios ejemplos, pero como ejemplo perfecto se me ocurre el de La Grave, que está más en la cuerda floja que nunca y si nadie interviene no se sabe cómo acabará. Aunque, también hay que decirlo, muchas estaciones "masivas" buscan la manera de atraer con nuevas posibilidades a los que buscan algo diferente y ese debería ser el camino, porque todos los que empiezan conformándose con lo que tienen al principio, a la que su nivel se lo permite acaban dando un paso más y buscando nuevas experiencias que esas estaciones deberían ofrecer.
Resulta curioso que hace años, con muchísimos menos esquiadores las estaciones eran rentables y hoy en día, con las inversiones que hay que realizar (para ser un parque temático a reventar de gente), casi todas pierdan dinero. Seguramente algo se ha hecho mal por el camino, que ya parece de no retorno. Habrá que adaptarse y empezar a ver el esquí como otra cosa. Y sino siempre nos quedará calzarnos unos esquís de travesía... Aunque para mí, esto es otro deporte, porque lo que verdaderamente me gusta con unos esquís en los pies es bajar.