Mis recuerdos de pequeño esquiando y mi pasión por este deporte van absolutamente ligados a las esquiadas con mis padres y hermanos en Andorra. Nos pusimos los esquís muy pequeños y poco a poco fue despertando en mí la afición que todavía mantengo.
Mis padres empezaron a esquiar algo mayores, por lo que su nivel no era demasiado alto. Pero como el nivel no está reñido con la afición y esta sí que era alta, en casa esquiábamos bastante.
Supongo que si no nos hubieran llevado de pequeños, en algún momento habría probado lo que es ponerme unos esquís y seguramente se habría producido la magia, pero algo no sería lo mismo. Ellos nos llevaron a la nieve y este deporte permanecerá para siempre vinculado al esquí familiar, a las primeras aventuras, a las colas al ir y volver de Andorra, a esas paradas en Ponts para tirarnos por un tobogán en forma de elefante, a las esquiadas en Vall d'Incles, al día que empezamos a esquiar en Pal, a la pared llena de esquís, a unos K2 que me compraron por sorpresa, a ese momento en el que los hijos empezamos a esquiar mejor que los padres pero seguíamos subiendo juntos, al día que decidisteis que cambiábamos de aires y nos íbamos a la Vall de Boí,... Son tantos...
Aquí me tenéis con un monitor, hace casi 40 años. Diría que en Grau Roig
Ahora que desde hace unos años se ha repetido el escenario pero somos nosotros los que llevamos a nuestros pequeños a esquiar, me vienen a la cabeza multitud de momentos, de vivencias, de recuerdos alegres. Y de hecho, me acuerdo de ellos casi cada mañana cuando pongo botas o cargo el coche. ¡Qué paciencia tuvieron con nosotros!
Pues bien, escribo estas líneas con una emoción contenida. Los años pasan y llega un momento, aunque cueste, en el que hay que rendirse a la evidencia de que los que nos preceden se hacen mayores y en el caso de mis padres, este año ya no han esquiado. Me produce un sentimiento contrapuesto cuando pienso en ello. Por un lado han podido disfrutar de este gran deporte durante muchísimos años en plenitud de facultades, pero por otro lado, es duro aceptar que ya no van a esquiar más y que prefieren, a su edad, ya no correr riesgos, algo que cuesta de asimilar cuando tienes 30 años menos pero que a su edad es perfectamente comprensible.
Por este motivo no quería dejar de dedicaros este pequeño escrito. Por todo lo que habéis hecho por nosotros en general y por habernos inculcado la fiebre del esquí en particular, un deporte que nos da tantas alegrías y cuya pasión esperamos transmitir tan bien como lo hicisteis vosotros conmigo. ¡Gracias!