Descubriendo el valle de Tena con las focas puestas.
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En el val D’aran llevábamos ya un mes de empacho de nevadas y freeride. No es que me pueda quejar pero ya tenía ganas de hacer montaña. Que cayese otro metro de nieve y se elevase el riesgo de avalanchas a cuatro, pues la verdad que no ayudaba mucho.
Decidí llamarle a mi colega Carlos, afincado en Sabiñánigo desde hace ocho años y gran conocedor de las montañas de Tena. Me comentó que iba a hacer bueno, que les habían caído treinta centímetros de nieve fresca y que la montaña estaba estable. No necesitó más palabras para convencerme de poner rumbo allí para dos días.