Hay tantas nieves distintas y se dan tantas condiciones diferentes en el fuera de pista, que se haría interminable enumerarlas todas. Es por eso, quizás, que existen un montón de interpretaciones sobre cómo esquiar fuera de pista, algunas de las cuales, siendo ciertas para unas circunstancias determinadas, pueden llevarnos a cometer errores en otras situaciones distintas. Veamos algunas de las más habituales sin olvidar, por supuesto, las modestas ambiciones de este blog respecto a una actividad que es compleja y arriesgada, y requiere del asesoramiento directo de expertos junto con años de práctica sensata:
- Juntar los esquís para “tener mayor superficie de deslizamiento”
Infinidad de gente afirma que al juntar los esquís conseguimos tener una mayor superficie para que se hundan menos en la nieve polvo. Esto tiene muy buenas intenciones pero es inexacto. Por pura física, estén los esquís juntos o estén separados, la base de la tabla sigue siendo la misma y el peso de nuestro cuerpo que recaiga sobre ambas va a ser también idéntico. Lo que ocurre, es, que cuando juntamos los esquís, tendemos a repartir la presión sobre ambos de forma más natural y, así, los mismos se hunden en la nieve de manera más pareja.
Además, al juntar algo los esquís obtenemos también el beneficio que describíamos en aquél artículo de hace tres años sobre las piernas en los baches: en los terrenos inconsistentes o inestables, nuestro cuerpo se equilibra más fácilmente con las piernas juntas, ya que las fuerzas se transmiten a nuestro centro de gravedad, a través de los pies, con direcciones e intensidades similares, al contrario que ocurre cuándo vamos con ellas separadas.
No obstante, este truco de juntar los pies y repartir el peso vale para nieves en polvo uniformes y con una pendiente que no sea extrema, o para esquiar a velocidades “razonables”. En cuanto el fuera de pista esté lleno de huellas, la nieve esté transformada irregularmente o tengamos una pendiente cercana a los treinta grados, y también cuando queramos hacer curvas largas a mucha velocidad, seguramente nos sentiremos mucho más seguros y esquiaremos con mucha más eficacia si nos mantenemos concentrados en el esquí exterior, y dejamos que el peso se reparta de manera natural en ambos esquís, sólo antes de comenzar la siguiente curva.
Imagen cortesía de "Retro Ski"
En la nieve blanda del fuera de pista también podemos esquiar con la presión en el exterior tal como lo hacemos en la pista dura. Foto Jan Vokaty, esquiador Carlos Guerrero Castillo.
- Esquiar retrasados
En casi todas las circunstancias es mejor esquiar centrados tal como hemos explicado en innumerables artículos. Si nos retrasamos las espátulas tenderán a encarrilarse y nos será imposible girar o, si lo conseguimos, será a costa de castigar nuestros músculos y nuestras articulaciones. Sólo en nieves muy pesadas y profundas, o en sitios muy planos o al hacer una diagonal, podremos recurrir a tratar de levantar las espátulas y además con mucha cautela, pues si nos retrasamos en exceso perderemos igualmente el control.
No olvidemos que, por la ilusión óptica que producen los pies y los esquís hundidos bajo el manto, la gente puede parecer retrasada en la nieve honda pero, en realidad, el peso de su cuerpo está centrado sobre los esquís y la base que éstos van creando en la nieve.
Imagen cortesía de "Retro Ski"
- Esquiar “con ritmo”
El consejo está muy bien y funciona muchas veces, pues lo que llamamos “ritmo”, no es sino un recurso para organizar nuestro movimiento en el espacio y en el tiempo, armonizándolo con lo que pasa en el entorno. Normalmente, por ritmo en el esquí solemos entender clavar los bastones de manera cadenciosa y anticipada, lo que desencadena, como hemos visto tantas veces, una serie de gestos (flexionar, adelantarnos, anticiparnos, angular, recibir información cinestésica...) que nos permiten ejecutar mejor los movimientos coordinadamente.
Pero el ritmo no puede imponérsele a una bajada en plena Naturaleza. A veces, en el terreno variable de la montaña, la nieve cambia de consistencia, la pendiente crece o decrece, o hay obstáculos encima o debajo del manto sobre el que esquiamos. Así, quizás será mejor estar atentos y anticipados, concentrarse en qué vemos, qué pasa y qué sentimos debajo de los pies (y los bastones al clavarlos) y dejar que sea el entorno el que decida la cadencia que impone a nuestros virajes, tratando de adaptarnos a él con naturalidad y fluidez.
- Esquiar por salto en pendientes no lo suficientemente fuertes
Desde luego que es un recurso muy eficaz que nos reportará seguridad en cuanto no la tengamos clara, pero a veces es innecesario si la inclinación no es excesiva. En pasos estrechos y de gran gradiente, con nieves muy firmes o muy cambiantes, obstáculos selectivos o cualquier otra dificultad que nos obligue a cambiar de dirección en un espacio reducido y a velocidad controlada, un viraje por salto es seguramente lo mejor que podemos hacer. Pero en pendientes sin riesgos y de menos de unos cuarenta grados, nos hará gastar muchas energías que quizás necesitemos para el resto de la jornada (sobre todo si vamos cargando con un equipo pesado) y quizás incluso nos desestabilizará más que lo que lo haría en una pendiente realmente extrema, donde un movimiento vertical sí resulta más natural.
Un buen esquiador que sea capaz de presionar el exterior desde el principio de la curva, podrá ahorrase el exceso de energía que supone girar por salto. Con una buena clavada del bastón hacia la máxima pendiente y una acción coordinada de los pies moviéndose por debajo del cuerpo y hacia atrás, conseguiremos fluir cuesta abajo, con gran control, incluso en las pendientes más inclinadas, siempre, por su puesto, que las condiciones que citamos en el anterior párrafo lo permitan. Ahora viene la pregunta lógica, claro ¿Cuánto es muy inclinado? Es una cuestión personal: cuando a uno, subjetivamente, le parece inclinado o percibe cualquier otro riesgo, y se siente como para girar por salto, es el momento de hacerlo. Aunque no es mala idea tratar de probar en pequeños sectores que sean seguros y donde un error no tenga consecuencias, para ir familiarizándonos con las pendientes extremas y ver si podemos desarrollar esa habilidad de hacer curvas en mayores grados de inclinación.
Imagen cortesía de "Retro Ski"
Al fin y al cabo, cada uno interpreta el fuera de pista a su manera y, siendo la máxima expresión del esquí libre, tampoco tomemos estos consejos como algo inamovible. Probemos, veamos si nos sirven y, si es así, espero que nos ayuden a disfrutar más esa incomparable experiencia de deslizarse libremente montaña abajo.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2011
Agradecimientos a "Retro Ski" por la aportación de las imágenes