Para esquiar mejor podemos fijarnos en infinidad de cosas, pero una de las más productivas y eficaces es tratar de notar la fricción de la nieve bajo nuestros pies. Esa sensación de resbalar más o menos, de agarrarnos o derrapar y de, en suma, ser capaces de sostenernos y notar que dirigimos el vehículo por el terreno, es, al fin y al cabo, la mejor información que podemos tener para esquiar con eficiencia y dibujar exactamente las curvas que queremos hacer, justo a la velocidad precisa a la que queremos viajar. Pero no filosofemos hoy y veamos un truco práctico relacionado con la sensación de fricción.
Ya sabemos que las fuerzas externas son varias y, entre ellas, la que hace al esquí poder deformarse y trazar una curva es la fuerza de reacción de la nieve, directamente relacionada con la fricción de ésta. Nosotros no necesitamos conocer esa fuerza de reacción de la nieve para bajar una pista (ni falta que nos hace, juas) pero, desde luego, sí que vamos a sentir siempre un grado de fricción que nos puede ayudar a regular mejor los movimientos que hagamos y, en consecuencia, a esquiar mejor. Como decíamos en otro artículo, resumiendo mucho, como norma casi general más fricción significará más control y, menos fricción, más velocidad.
El truco de hoy comienza en una pista plana, con los esquís puestos y en posición atlética; y consiste simplemente en mover los pies hacia adelante y hacia atrás, debajo del cuerpo (el famoso ejercicio que hace Richi Berger en su archiconocido video). Notaremos cómo nuestro peso se desplaza de las espátulas a las colas de los esquís, pasando por el patín. En vez de centrarnos en esa sensación relacionada con el peso de nuestro cuerpo, fijémonos en que, cuando echamos los pies hacia atrás, se produce mayor fricción en las espátulas, y que cuando los movemos hacia adelante, esa sensación de fricción adelante desaparece e, incluso, parece que los esquís quieren empezar a “resbalar”. Vayamos a una pista fácil y hagamos el mismo ejercicio, concentrados en el grado distinto de rozamiento que notamos, sobretodo, en la parte delantera del esquí. Pasemos a continuación a una pendiente moderada y, concentrados otra vez en esa sensación, movamos los pies hacia atrás cada vez que comencemos una curva.
En la posición de "schuss", al margen de la mayor velocidad que nos confiere la aerodinámica, también comprobamos fácilmente el efecto de mover los pies hacia adelante y disminuir la fricción en la parte delantera, notando como los esquís deslizan y corren más. Esquiadora Joana, Hochkar, Austria, 2006. Foto cortesía del libro “Esquí, Rendimiento y Emoción, Desnivel 2008. © Carlos Guerrero Castillo.
A poco que practiquemos haremos un gran descubrimiento: al mover los pies hacia atrás para comenzar un viraje, notamos en seguida la fricción en la espátula y el canto del nuevo esquí exterior, ése que va a dominar a lo largo de toda la curva que queremos describir. Si nos centramos en esa sensación de rozamiento en la espátula, y tratamos de mantenerla, notaremos cómo la fricción se va desplazando a lo largo del esquí y que aumenta a medida que vamos terminando la curva. No hay que ser un lince para darse cuenta de que esto nos va a dar un mejor control a lo largo de toda la vuelta pues, ni más ni menos, lo que estaremos consiguiendo será estar bien adelantados justo encima del esquí y presionando en el lugar correcto, gracias a esa sensación del canto mordiendo la nieve bajo nuestros pies.
Si esto no nos sale en paralelo vayamos a truco de los trucos: hagámoslo en cuña o en viraje fundamental, y movamos deliberadamente hacia atrás, el esquí que acabamos de abrir y queremos dirigir para hacer la nueva curva. Al estar en cuña no habrá confusión sobre qué esquí es el dominante, tendremos una buena base de sustentación e iremos despacio, con lo cual podremos concentrarnos bien en la sensación de la que hablamos hoy. Al echar ese pie hacia atrás el tobillo se flexionará, presionaremos adecuadamente la tabla al estar mejor centrados y podremos llevar a cabo un viraje totalmente controlado.
En una nieve primavera como ésta notaremos en seguida el efecto de mover los pies hacia adelante y hacia atrás. Con el movimiento hacia adelante los esquís frenarán menos y deslizarán mejor; con el movimiento hacia atrás los esquís agarrarán y frenarán más. Esquiador Martin Auer, Hochkar, Austria, 2006. Foto cortesía del libro “Esquí, Rendimiento y Emoción, Desnivel 2008. © Carlos Guerrero Castillo.
Y ¿Por qué concentrarse en la fricción y no en el peso de nuestro cuerpo como hemos hecho toda la vida? Bien, aunque parezcan cosas similares no son exactamente lo mismo. Al centrarnos en la fricción y acostumbrarnos a regularla con ese movimiento antero-posterior de los pies (y del resto de nuestro cuerpo) obtendremos muchos más beneficios. El principal es que estaremos sintiendo mejor la nieve e interactuando con ella, independientemente de que el grado de rozamiento de la misma cambie si hay una placa, una nieve más húmeda o más profunda. Con el tiempo, no sólo seremos capaces, pues, de aplicar más presión para que haya más fricción, sino también de aplicar menos para cuando queramos deslizar más. En las nieves malas, en los planos – y por supuesto en cualquier ocasión en la que necesitemos correr más - esta habilidad nos hará esquiar más fluida y eficazmente al margen de la calidad de la nieve que estemos pisando, siendo capaces de regular mejor, a la vez, nuestra posición y la velocidad a la que descendamos.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2010