Ayer observaba en un bar como los alumnos de un curso de salsa bailaban. Al margen de la habilidad que tuviera cada uno, podíamos ver dos tipos de bailarín: los que parecían concentrados en cada paso tratando de no equivocarse, y a los que se veía disfrutar al moverse – aunque fuera en apariencia - dejándose llevar. Si miramos en las pistas de esquí, es posible que encontremos similitudes con lo que ocurre en las pistas de baile.
No sé cuál de las dos actitudes es mejor. Puede que cada uno se adapte mejor a cada cosa según su personalidad y sus circunstancias, y también es obvio que ambas situaciones se manifiestan en diversos momentos en cada persona. Pero, volviendo al esquí, parece claro que, a veces, olvidamos disfrutar las bajadas concentrados en lo que tenemos que hacer y, zás, desaparece la magia. Y, lo peor, puede que, por ello, esquiemos mal, descoordinados y de manera poco eficiente.
Hay una forma de mantenerse en ese “momento presente” del placer, y es, sencillamente, centrarse en el estímulo y las sensaciones que experimentamos: aprender a reconocerlas, ver los gestos técnicos relacionándolos con ellas y, finalmente, automatizar esa habilidad de dirigir el pensamiento no tanto a lo que hacemos, sino a lo que percibimos, de modo que el cuerpo reaccione un plano menos consciente a los estímulos, según lo hayamos enseñado y entrenado.
Foto cortesía del libro "Esquí, Rendimiento y Emoción". Desnivel 2008. Esquiador Richard Berger. Hochkar. Austria
¿Suena complicado? Es, sin embargo, muy sencillo. En realidad, es exactamente lo que hacemos con innumerables actividades diarias que no nos generan ansiedad, como escribir, conducir, besar a nuestra pareja o dar unos pasos de baile. A la hora de esquiar, como sí vamos a enfrentarnos una serie de factores estresantes no va a resultar tan fácil pero, si desde el primer momento en que aprendemos un gesto técnico empezamos a relacionarlo con las sensaciones que lleva aparejado (fricción, aceleración, gravedad, etc…) seguramente, con el tiempo, nos centraremos en el placer intrínseco que nos da esa sensación, reaccionando a los estímulos de manera automática e inconsciente. O sea, permaneciendo presentes en el placer de lo que estamos haciendo.
Y esta es nuestra reflexión de hoy. En muchos momentos de nuestra progresión o de la práctica normal del esquí, nos vamos a centrar excesivamente en el "análisis" del movimiento y vamos a dejar de lado la percepción sensorial, pero si queremos acortar lo más posible este ”estado” que, igual, nos distrae del disfrute y nos hace esquiar de manera poco fluida, podemos empezar desde ya a dirigir el pensamiento hacia las sensaciones y, las emociones que surjan de ellas serán, no sólo mucho más positivas, sino que nos harán aprender más rápido y seguramente esquiar mejor.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2010