No me canso de decirlo: NO. Como ya hemos venido diciendo durante los últimos nueve años en diversos artículos, fuera de pista se emplea la misma técnica que en la pista, y las dificultades vienen más impuestas la mayoría de las veces por prejuicios y falsos mitos que por una verdadera diferencia a la hora de bajar. Es cierto que existen leves adaptaciones técnicas y gestos específicos, pero lo que realmente cambia son las sensaciones y, al final, el fuera de pista es un placer que, a veces, puede llegar a ser más "seguro" y más fácil que la propia pista en según qué nieves y circunstancias.
Hoy vamos, no obstante, a hacer algunas acotaciones, ya que el concepto “fuera de pista” es muy amplio. No es lo mismo esquiar en el lateral sin pisar de una zona balizada dentro de la estación, que bajarse el Mont Blanc tras haberlo subido a patita con todo el equipo de montaña a cuestas. Digamos que hay – entre decenas de clasificaciones que podríamos hacer - tres grandes tipos de fuera de pista: los laterales más o menos fáciles de las zonas preparadas, las grandes áreas más o menos accesibles bajo el control de las estaciones y, finamente, el verdadero esquí de montaña lejos de áreas habitadas y controladas, donde no sólo es necesario saber esquiar bien, sino contar con el equipo adecuado y unos conocimientos que exceden mucho la ambición de este humilde blog. La forma de esquiar puede diferir bastante según en qué zona estemos descendiendo.
Fotomontaje del libro "Esquí, Rendimiento y Emoción". Desnivel 2008. Esquiadores Richar Berger y Johannes Putz. Hochkar, Austria 2006.
El primer tipo está al alcance de casi cualquiera y, de hecho, cuando las condiciones sean fáciles, hasta un principiante podrá firmar el lateral de una pista verde o azul, dejando sus eses en una nieve polvo recién caída que no sea muy profunda. Como decíamos en uno de los artículos que enlazamos arriba, es una de las mejores formas de progresar añadiendo sensaciones y recursos a nuestras habilidades aprendidas en las pistas.
Estas zonas suelen quedar trilladas en seguida, de manera que, en cuanto tengamos algo más de nivel, seguramente querremos aventurarnos un poco más lejos, allá donde podamos llevar a cabo descensos más largos y emocionantes. Seamos prudentes y no nos dejemos llevar por la sensación engañosa de que estamos en el entorno seguro de la estación. Aunque estas zonas bajo la influencia del centro de esquí pueden tener control de avalanchas, estar vigiladas y ser relativamente seguras , no dejan de ser un medio peligroso en el que siempre corremos el riesgo de provocar un alud (por pequeño que sea) o terminar con nuestros huesos contra una roca, un árbol o al fondo de un cortado que no hemos previsto. Si no somos locales y vivimos día a día la evolución de la estación, pensemos que las condiciones cambian no sólo a diario, sino que a lo largo de una misma jornada pueden variar las características de la nieve, y lo que por la mañana habrá sido un maravilloso descenso en nieve impoluta y fresca, por la tarde puede tratarse de un patatal de huellas, piedras escondidas y nieve traicionera que empeora a medida que descendemos y estamos más cansados.
Foto cortesía del libro "Esquí, Rendimiento y Emoción". Desnivel 2008. Esquiador Richard Berger. Hochkar. Austria
Esquiemos en estas zonas con relativo control, virajes cortos o medios y una clavada franca de bastón que nos mantenga con el torso sólido hacia la máxima pendiente. Dejemos espacio para que los colegas hagan sus huellas y respetemos las normas de seguridad aunque sea ese descenso favorito que creemos conocer a la perfección. Si la zona está muy transitada es posible que encontremos baches, huellas e incluso agujeros provocados por las recepciones de los que gustan de saltar. Bajemos anticipados, concentrados como digo en el bastón para “llegar” bien adelantados a los cambios y mezclando - según las necesidades - todas las técnicas que conocemos para bajar fluidos y controlados, siempre atentos a posibles esquiadores que se hayan aventurado al mismo tiempo por la zona.
Si tenemos la suerte de bajar una gran zona abierta y de nieve sin tocar, tendremos la ocasión de lucirnos con un tipo de viraje más largo y veloz. Aquí es donde podremos empezar a pensar en amortizar de verdad esos esquís gordos que nos hemos comprado con tanta ilusión. Quizás ya no necesitemos de una clavada de bastón tan anticipada y disfrutaremos la bajada con leves toques, balanceo y algo más de inclinación, que combinan a la perfección con esa búsqueda de la “flotabilidad” en las nieves hondas. Remito al resto de los artículos citados más arriba y a los libros que hemos comentado en este blog. No nos dejemos llevar por la excitación del momento y mantengámonos siempre atentos; imaginemos el recorrido que vamos a llevar a cabo antes de descender y preveamos tanto los posibles imprevistos como el camino de salida de vuelta a las zonas seguras.
Foto cortesía del libro "Esquí, Rendimiento y Emoción". Desnivel 2008. Esquiador Richard Berger. Hochkar. Austria
Cuando tengamos la suerte de poder acceder a la verdadera montaña abierta, es de suponer que iremos pertrechados con el equipo necesario y acompañados de las personas con la cualificación adecuda, y ya habremos adquirido a lo largo de los años de práctica los conocimientos suficientes para no meternos en líos y saber reaccionar ante los contratiempos, siempre presentes en este entorno. Aquí, a la hora del descenso, todo lo que hayamos aprendido en las zonas más accesibles de las estaciones nos servirá para actuar y reaccionar con técnicas y gestos eficaces y bien entrenados, permitiéndonos esquiar con mayor seguridad, eficiencia y, por qué no, disfrutando más por ello.
Dejemos, pues, definitivamente, esos prejuicios acerca de que el fuera de pista es difícil. Probemos, practiquemos, y descubramos que, el fuera de pista es, aparte de la mejor escuela para educar nuestro aparato sensorial y mejorar nuestras habilidades, también la mejor experiencia que podemos experimentar al bajar una montaña.
¡Buenas huellas!
Carolo© 2010