Este artículo del Doctor Jim Taylor refuerza la idea de la serie que escribimos el año pasado, animando a que empleáramos el verano y el otoño para trabajar la mente, ya que no podemos esquiar en nieve de verdad. La razón de mejorar los aspectos psicológicos de nuestro rendimiento en esta época es obvia tanto para atletas como para aficionados, y es que tenemos más tiempo libre, menos presión de fechas y agendas y, además, al estar en el “dique seco” no corremos el riesgo de comernos la cabeza justo en el momento más delicado de una situación real.
La mente es como el físico, hay que cuidarla y mantenerla a punto para que funcione bien. Para salir de esas “zonas de confort” como se llaman ahora, y plantearse qué pensamientos irracionales o qué emociones negativas puedan afectar a nuestro rendimiento, es mejor hacerlo en un entorno controlado. Lejos de las pistas reales, en casita o en la seguridad de un contexto donde podamos, en efecto, reflexionar con profundidad y objetividad para encontrar soluciones y trabajar sobre ellas. Y es que salir de la zona de comodidad mental puede ser tan duro - o mucho más - cómo hacerlo de las físicas.
Muchos dirán que para qué necesitan eso, juas, que están muy tranquilos descansando sobre sus convenciones. Bueno; vivimos unos tiempos complejos repletos de estímulos muy diversos, la mayoría de ellos positivos como hemos señalado en otros muchos artículos. Pero también vivimos una época en la que una de las principales características de la información es su sensacionalismo: la búsqueda de causar un efecto para atraer la atención, normalmente a través de frases muy cortas y contundentes, eslóganes emotivos, refranes y clichés de todo tipo que se usan no sólo para atraer, sino también para convencer… vender "motos", fijar creencias, justificar comportamientos… Lamentablemente, el pensamiento elaborado y profundo suele ser contrario a este tipo de mensaje fácil.
Dado que es un bombardeo continuo y desde muy diversas direcciones, y no tenemos la capacidad de atender a absolutamente todos los campos en los que nos movemos, es inevitable que nos cale esta forma simple de ordenar el razonamiento. Así nos encontramos con infinidad de mitos y clichés en el mundo del esquí que nos impiden progresar y disfrutar: que si el ‘frirrai’ tal, que si el hielo cual, que si no puedo, que si no me sale, que si los esquís de carving y el radio de curva… La mayoría de esos lugares comunes y frases hechas pueden ser refutadas con una reflexión sobre la verdadera naturaleza compleja de lo que intentamos describir.
Los tópicos y los eslóganes pueden resultar muy reconfortantes - incluso útiles - sobre todo cuando estamos cansados o no tenemos tiempo; pero pueden afectar negativamente a nuestro rendimiento si son irracionales (en la nieve honda no sé esquiar, necesito un equipo mejor, yo soy de los que no…), emocionalmente dañinos (la culpa es de la nieve, yo no sirvo para esto, ya aprenderé mañana, y si hubiera…) o si, simplemente, no describen bien la realidad (hay que "meter cantos", los baches hay que rodearlos, el bastón se clava en tal sitio…). El verano y el otoño son buenos momentos para imaginarnos - como recomendábamos el año pasado - esas situaciones que querríamos superar, analizar cómo hacerlo y vernos a nosotros mismos consiguiéndolo a través de unos pensamientos más competentes. Salir de las zonas mentales engañosamente confortables y plantearnos con sinceridad si no podríamos cambiar esas actitudes e ideas por otras mucho más eficaces y provechosas.
No es cómodo. Podemos incluso llegar a sentirnos verdaderamente tontos al descubrir pensamientos o conductas absurdas que teníamos muy arraigadas: pero igual el proceso merece la pena, y la temporada que viene nos sorprendemos dando un paso adelante en nuestra progresión.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2013