En otros artículos sobre expresión corporal, fluencia o felicidad hemos hablado acerca de ello. La práctica deportiva puede enseñarnos pautas con las que disfrutar un estado de bienestar psíquico, más o menos permanente. Una de esas pautas es el establecimiento de metas de dificultad creciente, de modo que siempre haya un equilibrio entre nuestra capacidad y los desafíos a los que decidimos enfrentarnos.
Este afán de plantearse objetivos cada vez más estimulantes y ambiciosos es, sin duda, uno de los factores que han contribuido al crecimiento espectacular del deporte en el último siglo, y a que se hayan rebasado hitos que parecían impensables. Estas mismas fórmulas que sirven para el deporte son aplicables, cómo no, a cualquier actividad humana. En lo profesional, en lo intelectual, en lo artístico, en lo moral…
Resulta tentador, por su atractivo y su espectacularidad, conformarse con dejar el afán de superación para el deporte, pero no es sólo en éste donde se nos ofrecen campos vitales para la mejora. El plantearse metas de dificultad creciente en cualquiera de los ámbitos que hemos citado arriba va a proporcionarnos una fuente continua de satisfacciones, pero es que, juas, es posible que en cuestiones concretas como lo cultural-filosófico o lo moral, nuestra situación actual lo esté pidiendo a gritos.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2012
N. del A.: Esta serie de entradas del blog está escrita en el contexto de la crisis de la primera década del 2000. No pretendían ser artículos de autoyuda ni lecciones morales similares. Iban dirigidos a las personas del entorno en el que me he movido en esa época. Los conceptos sobre los que se reflexiona en estos artículos no son soluciones infalibles a problemas vitales de ningún tipo, sino simples recetas prácticas que suelen tener buenos resultados en el rendimiento deportivo.